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Pasear supone trascender del mero hecho de poner un pie detrás de otro. Con frecuencia se convierte en una actividad más ligada a lo artístico, a lo filosófico y a lo creativo que a lo puramente mecánico.

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Caminar por la ciudad supone, sin duda, contribuir a su transformación, a la conversión de ésta en un espacio de nuevos significados. Permite recuperarla en su verdadera dimensión, devolverle el tamaño que hace tanto tiempo le arrebatamos. Volver a dotarla de su auténtico sentido.

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Las calles huelen, suenan, tienen luces y texturas diferentes en función la hora del día, de las personas que las habitan, que las transitan. No hay una calle que suene igual que otra, ni una que huela igual que en la que desemboca. Las hay que suenan a flamenco y a copla, a chiquillos jugando. Otras huelen a puchero, a flores, a lejía y a ropa limpia.

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Por lo general estas diferencias se hacen más notables en los cascos históricos, que se impregnan de las personas que los habitan. En ellos la madera y el hierro ganan, por el momento, la batalla a materiales menos nobles – aunque, tal vez, más funcionales-, en los que la distancia entre las personas es menor, en los que podemos sentir placeres como el que nos proporciona poder oírnos los pasos al caminar.

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Transitar a pie la ciudad supone abrir un espacio de reflexión, tal vez de meditación, a veces de encuentro con uno mismo. Nos proporciona la oportunidad de reparar en los cientos de detalles, de pequeñas cosas que , cada día, la prisa nos niega. Los colores, los sonidos, las marcas en la pared, constituyen todo un universo que merece la pena explorar.

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Habitantes de lo mínimo es una invitación a cambiar nuestra manera de vivir la ciudad, de generar un nuevo paradigma interpretativo sobre ella, una excusa para mirar en lugar de ver.

Desde el punto de vista técnico, Habitantes de lo Mínimo es una acción que genera un espacio sobre el que hacer coincidir la pintura, la fotografía o el collage.

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Es una propuesta de arte efímero y urbano consistente en intervenciones de lo que podríamos considerar collages “in situ” que tienen la única finalidad de embellecer los espacios que transitamos e invitar a mirar, a detenerse, a ralentizar nuestro paso.

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El desconchón de una pared, una ventana o una puerta deterioradas,  que en principio pudieran considerarse antiestéticos, se convierten en pretextos que generan belleza a través del color, de la textura, de las formas. En estos elementos he intervenido con personajes de algunas  mis  obras favoritas de la pintura barroca.

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Todas ellas se han realizado con materiales biodegradables  y cada una de ellas se ha documentado con las fotografías que configuran esta exposición  y que incorporan un código QR legible por un Smartphone que  lleva a la información de cada una de las obras y las calles en las que están situadas.

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En esta ocasión me ha acompañado en mis recorridos por Montilla, Manolo Cobos, amigo de la infancia y montillano militante, que me ha abierto su memoria.

 

Por eso, en cada una de as intervenciones documentadas de esta recorrido en contarán, además de una pequeña información histórica y urbanística de la calle o de la obra, algunos de los recuerdos de Manolo que estoy convencido que provocaran el de ustedes y que pueden enviarnos a través del formulario de contacto al objeto de que sean incorporados a esta web.

 

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