Habitantes de lo mínimo
Montilla. Antonio Guerra
Habitantes de lo mínimo
Montilla
Calle de las Escuelas
Joven con flores (1887)
Adoptó el nombre debido al Colegio de la Compañía de Jesús que, parte de él, se ubicaba en la actual Casa Palop
Pero a lo largo de su historia, esta vía ha sufrido varios cambios de nombre, siendo en 1931 Calle Francisco Palop, más tarde pasó a llamarse Calle Calvo Sotelo y en 1979 volvió a recuperar el nombre que hoy conserva.
En el número 29 falleció (1909) el médico jerezano, Francisco Palop Segovia, residenciado en Montilla desde 1874, precursor del auge de las ideas socialistas.
Promovió el establecimiento de la casa del pueblo-inaugurada con la visita de Pablo Iglesias-en la que organizó a través de la asociación, ilustración obrera, la escuela de adultos y actividades formativas, colaboró en conferencias y periódicos locales, sobre todo en El Aviso
Fuentes: Garramiola, E., 1997. Callejero y Memoria Intima de Montilla. Montilla. Ed. Nuestro Ambiente.
Puede que sea la calle del pueblo más incómoda para el paseante. Sin aceras, con un tráfico endiablado y sin anchura, pero rebosante de vida y cada metro de ella está lleno de historia y de recuerdos.
Toma el nombre de una escuela de niñas que había a la espalda de los jesuitas, de arquitectura parecida a la de la calle Fuente Álamo. Las escuelas de niños estaban en la Silera, San José y el Pescado.
En las primeras casas, en el número 5 y en el 7 había hace muchísimos años dos posadas hoy desaparecidas, frente por frente al mercado de abastos.
Con entrada también por la calle Herradores, frente al mercado estaba el cine Ideal, del que solo se conserva el cartel de preferencia sobre una puerta junto a lo que fue Zambombilla, donde ponían unos caracoles extraordinarios. Esta taberna servía también el ambigú del cine. Antonio Rubio en su juventud era el primer cliente de este cine, al que acudía a diario en verano o cada vez que cambiaban la película.
Ruquel tuvo aquí su primer estudio. Era pequeño con un escaparate en el que las novias y los niños de primera comunión se exponían para deleite del paseante, que se mezclaban con las de chiquillos desnudos sonrientes sobre cojines. Recuerdo haber ido a aquel estudio para hacernos la foto del carnet de familia numerosa. Mucho después conn Manolo Bellido, Paco Moreno y Antonio López recuerdo haber merodeado por allí con motivo de la edición de algún boletín municipal. Para nosotros Ruquel era y es, una persona extraordinario. Poseía una biblioteca milenaria en libros, algunos de una antigüedad asombrosa, publicaba opúsculos como él los llamaba, revistas, libros… para nosotros era Dios. Él estaba tras un pequeño mostrador en el minúsculo establecimiento, de pronto se giraba y cogía de un mueble que había tras él una revista, o las pruebas o las galeradas de un libro, cuando no entraba tras una cortina y aparecía con un libro que nos enseñaba para nuestro deleite. Nos enseñó a amar los libros, nos ayudó a disfrutarlos. Qué tiempos aquellos. Todavía cuando paso por la puerta miro y suspiro, como si de un viejo amor se tratara.
Casi frente está la Casa del Pueblo, que fue incautada en la Guerra y devuelta a sus legítimos dueños cuando volvió la Democracia.
Poco después de pasar la calle Indios, o José María Carretero, quiero recordar que en una de las casas había un azulejo en el que decía que aquello era ni más ni menos que el centro de Andalucía. Siempre me he preguntado cómo se pueden calcular esas cosas.
Fuente: Como el Velo de Flor. Manuel Cobos.