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Puerta de Aguilar

Tarde de Toros. Óleo/lienzo. 120x152 cm. 1901 aprox.

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La puerta de Aguilar es el eje viario principal de entrada al centro del casco urbano. Enlaza con la Calle de la Corredera y la avenida de Andalucía.

Debe su nombre al antiguo camino de Aguilar, que en la segunda mitad del siglo XVI arrancaba del real, de acceso a la población.

Hasta muy avanzado. El siglo XIX aparece en los antiguos padrones como Calle de Aguilar.

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El aspecto urbanístico y arquitectónico que presenta en su último tramo, se debe a la configuración que fue diseñada en el último tercio del siglo XIX y principios del siglo XX, donde comenzaron a desaparecer las viviendas vecinales con las balconada al estilo de los antiguos portales de la plaza de la Rosa.

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Algunas de ellas fueron reemplazada por las típicas casonas unifamiliares de dos plantas y desván.  

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Al igual que en otras calles en la puerta de Aguilar se celebraban tradicionalmente dos días de velada durante los días de la víspera y festividad de San Pedro.  Esta tradición desapareció a finales de los años 60.  

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Fuente: Garramiola, E. 1997. Callejero y Memoria íntima de Montilla. Ed. Nuestro ambiente. Montilla​

Aquí había unos arcos de arquitectura neomudéjar del XIX que fueron la seña de identidad de Montilla muchos años. Los derribaron, “con nocturnidad y alevosía en 1962, estando de alcalde Antonio Baena Panadero. Cuenta Antonio Merino Menor en facebook que “según cuentan, de madrugada hubo un gran estruendo. Una vecina que dormía junto a los arcos quedó sorda de por vida. El estruendo fue provocado al caer parte de los arcos. Engancharon cables a los arcos y tractores los tiraron al suelo.” En estos casi setenta años los montillanos se han dedicado, unos a añorarlos, otros a justificar lo acertado de su destrucción. Ahora los están reconstruyendo en otro entorno.

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Pasados los arcos vivía Sole Márquez, la Torita, y en la casa abajo había una forja donde herraban a las bestias. Frente la casa de los Gracia y la de Agustín Jiménez Castellanos, una de las más bellas portadas de Montilla, de ilustre familia emparentada con los Alvear. El Bisabuelo del actual dueño fue el militar que entregó Filipinas a los americanos.

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Junto a los arcos había en la pared un enorme mosaico azul anunciaba las cercanas Bodegas Cobos. Me comentó Antonio Carpio que lo salvó de la escombrera y debe estar guardado en una atarazana municipal.

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 En el lado contrario estaban Bodegas Gracia, que se trasladaron en los años 70 a la antigua algodonera, en la Redonda donde permanecen hoy. En su fachada tenía un azulejo que recordaba la primera vez que Manolete, casi niño, se puso delante de un toro. Lo llevó Don Ricardo López, que le dio cinco duros, que se gastó el de la Lagunilla en alfajores de Manolito Aguilar. Conservo la factura que pagó mi padre de Mensaque Rodríguez de ese azulejo, que hoy está en la calle Manolete, frente a los antiguos Molinos de Viento.

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Muy cerca, ya en la calle de la Parra estaba la Fábrica de la Luz y una fuente pública.

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Al comienzo de la avenida de Andalucía, justo delante de los arcos estaba El Surtidor, que regentó Manolo Tejederas el Bomba que falleció poco después de la Pandemia.

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       En la misma acera estaba el edificio de Sindicatos que luego fue comisaría de Policía hasta que se la llevaron. Cerca el chalet donde vivía don Antonio Hernández el médico.

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La parte de atrás fue mucho tiempo un descampado donde montaron el circo que trajo a Pinito del Oro, la genial trapecista, en su gira de despedida de los trapecios. Allí estuve yo, como también estuve en un espectáculo en el que una señora muy forzuda arrastraba un camión ella sola. Aquello era muy poco edificante.

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En el descampado recuerdo a mi tío Carlillos Ortiz haciendo volar una cometa que había fabricado a mi primo Carlos. Como si fuera ayer.

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Fuente: Como el velo de flor. Manuel Cobos

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